El juego sobrevive sin pestañear

Fecha de creacion: feb. 03
Escrito por Antonio Moschella

Una actividad como el juego, presente entre los hombres desde que el mundo es mundo, ha vivido una revolución en nuestro país, uniendo las nuevas tecnologías de las tragaperras en línea con la tradición exportada desde otros lares donde dichas actividades se han desarrollado en mayor medida que en nuestras ciudades hasta ahora, como el Reino Unido o EEUU.

La tentación del dinero fácil está presente, mientras no se cuida ni se hace pedagogía de los riesgos. Mientras otros vicios se entienden como elitistas o dañinos, el juego sobrevive sin pestañear. Y el público objetivo es exageradamente amplio. Cualquiera con fondos, por escasos que sean, puede apostar o jugársela.

Los locales crecen de forma exponencial a lo largo de la península, en una proporción que, más allá de lo exagerada que pueda parecer o incluso insostenible de mantener dicho ritmo, es un fiel reflejo (a veces) del problema. Cada vez son más las personas que juegan y malgastan, con la promesa de conseguir beneficios cuando, en realidad, acabarán perdiendo siempre más de lo que ingresen, ya que no juegan de manera responsable.

A su vez, un negocio tan lucrativo no podría existir sin la promoción o distribución del producto. Ya es común ver como desde diferentes medios, ya sean celebridades televisivas que necesitan de la esponsorización para mantener su espacio en antena, eminentes amos de la noche radiofónica cantando las virtudes de las casas de apuestas y de los casinos en línea reduciendo al mínimo la llamada a la responsabilidad del potencial jugador o youtubers e influencers, que llegan a un público joven que disfruta de la idea del dinero fácil sin caer en lo que significa poder engancharse a un vicio tan peligroso. Todos ellos, más medios escritos y otros caminos para llegar al consumidor, no solo no conciencian de lo que conlleva entrar en este mundo, sino que incentivan a cualquiera a meterse de cabeza en el mundo del juego de azar.

Cada vez llegan a barrios y localidades más humildes, toda vez que en dichos lugares los alquileres son más asequibles y la relación costes-beneficios no se ve afectada. Sin ir más lejos, que en una ciudad como Madrid dicho tipo de locales se disparen en zonas como Vallecas, Carabanchel o en municipios como Getafe, Leganés o Alcorcón demuestra que el negocio sigue en constante crecimiento.

Las casas de apuestas y las salas de juegos crecen como la espuma en paralelo con la crisis económica, por sorprendente que parezca. Calles en las que parece que los locales surgen como setas, uno pegado al otro, evidentemente reflotan la vida de las mismas, si bien no sea de la forma que los lugareños deseasen. Apostar en tiempo real, con pantallas gigantes, promociones e incluso alcohol a bajo precio o gratis crea una deriva que, esperemos, no llegue al punto de no retorno. Porque siendo como es una industria potente y emergente, su actividad no se preocupa en quien lo consume. Lo suyo es exprimir, y eso se les da de cine. Ni más ni menos.